UNIÓN


Khalil Gibrán


UNIÓN

Cuando la noche embelleció el ropaje del cielo con las joyas de las estrellas, una hurí se remontó desde el valle del Nilo y revoloteó en el cielo con alas invisibles. Se sentó en un trono de niebla que colgaba entre el cielo y el mar, mientras delante de ella pasaba una multitud de ángeles que cantaban al unísono: "Gloria, gloria, gloria a la hija del Egipto, cuya grandeza llena el orbe."
Entonces, en la cima  circundada por el bosque de cedros, las manos de los serafines alzaron Auna joven sombra, que se sentó en el trono al lado de la hurí. Los espíritus los rodearon cantando: "Gloria, gloria, gloria al joven del Líbano, cuya magnificencia llena los tiempos."


Y cuando el novio tomó las manos de su amada y miró en sus ojos, las olas y el viento esparcieron su comunión por todo el universo:
¡Qué perfecto es tu esplendor, hija de Isis, y qué enorme mi adoración por ti!
¡Qué elegante eres entre los jóvenes, hijo de Astarté, cuán poderosamente te deseo!
Mi amor es tan fuerte como tus pirámides, y el tiempo no podrá destruirlo.
Mi amor es tan firme como tus Cedros Sagrados, y los elementos no podrán con él.
Sabios de todas las naciones de oriente y occidente vienen a beber de tu sabiduría y a descifrar tus signos.
Eruditos de todos los reinos del mundo vienen a embria­garse con el néctar de tu belleza y con la magia de tu voz. Tus palabras son fuentes de abundancia.
Tus brazos son manantiales de agua pura y tu aliento una brisa refrescante.
Los palacios y los templos del Nilo anuncian tu gloria y la Esfinge da fe de tu grandeza.
Los cedros de tu pecho son como medallas de honor y las torres que te rodean son señal de tu valentía y fortaleza. ¡Qué dulce es tu amor, y qué maravillosa la esperanza que alientas!
¡Qué generoso compañero eres. Y qué esposo leal has mostrado ser. Qué sublimes son tus dones y tu sacrificio! Me enviaste jóvenes que eran como el despertar después de un profundo sueño. Me diste hombres llenos de osadía para conquistar la debilidad de mi pueblo, humanistas para exaltarlo y genios que enriquecieran sus poderes.
De las semillas que te envié hiciste brotar flores; de los renuevos, árboles. Porque tú eres una pradera virgen en la que crecen rosas y lirios y se levantan cipreses y cedros.
Veo tristeza en tus ojos, amor mío, ¿acaso te apena estar a mi lado?
Tengo hijos e hijas que emigraron al otro lado de los mares y me dejaron llorando y añorando su regreso.
¿Es que tienes miedo, hija del Nilo y preferida de todas las naciones?
Temo que se me acerque un tirano de voz dulce que, luego, me domine con la fuerza de sus brazos.
La vida de las naciones es, amor mío, como la vida de los individuos: se alegra con la esperanza y es una con el temor, la acosan los deseos y la angustia la desesperación.
Los amantes se abrazaron y se besaron y de las copas del amor bebieron el fragante vino de los tiempos. Y el coro de ángeles cantó: "Gloria, gloria, gloria, la gloria del amor llena los cielos y la tierra."

EL RETORNO DEL AMADO


Gibran Jalil Gibran

Al caer la noche el enemigo huyó con cortes de espada y heridas de lanza grabados en su espalda. Nuestros héroes hicieron ondear banderas de triunfo y entonaron cantos de victoria al ritmo de los cascos de sus caballos, que resonaban en; las piedras del valle.
La luna ya se había levantado de atrás de Fam El Mizab. Las rocas, enormes y elevadas, parecían alzarse con el espí­ritu del pueblo, y el bosque de cedros semejaba una medalla de honor en el pecho del Líbano.
Continuaron su marcha, y la luna brilló por encima de sus armas. Las lejanas cavernas resonaron repitiendo sus cánticos de alabanza y victoria hasta que, al pie de una cuesta, los detuvo el relincho de un caballo que se erguía entre las rocas grises como esculpido en ellas.
En las cercanías del caballo encontraron un cuerpo, cuya sangre había manchado la tierra en que yacía.
.Mostrarme su espada y os diré quién es su dueño -gritó el jefe del escuadrón.
Algunos soldados desmontaron y rodearon al muerto. Uno de ellos dijo al jefe:
-Sus dedos cogen la empuñadura con toda su fuerza. Sería afrentoso quitarle la espada.
Otro dijo:
-La espada está cubierta por la sangre de la vida que huía y que ahora oculta su metal.
Un tercero agregó:
-La sangre coaguló tanto sobre la mano como sobre la empuñadura, e hizo de ellas una sola pieza.
El jefe, entonces, desmontó y caminó hacia el cuerpo.
-Levantad su cabeza -dijo-, y dejad que la luna ilumine su rostro, de modo que podamos saber quién es.
Los hombres hicieron lo ordenado y el rostro del muerto apareció detrás del Velo de la Muerte, con signos de valor y nobleza. Era el rostro de un poderoso caballero y trasuntaba virilidad. Era el rostro de alguien que había chocado valiente­mente contra el enemigo y se enfrentaba a la muerte sonrien­do. El rostro de un héroe libanés que, ese día, había dado testimonio del triunfo pero no había vivido para marchar y cantar y celebrar la victoria con sus camaradas.
Cuando sacaron el paño de seda de su pálido rostro y le limpiaron el polvo de la batalla, el jefe, como en agonía, gritó:
- ¡Es el hijo de Assaaby! ¡Qué terrible pérdida!
Y los hombres repitieron ese nombre, suspirando. El silencio, entonces, los cubrió, y sus corazones, embriagados por el néctar de la victoria, recuperaron la sobriedad, porque habían visto algo más grande que la gloria del triunfo en la pérdida de un héroe.
En esa escena de espanto se erguían como estatuas de mármol, y sus lenguas, tiesas, se encontraban mudas y sin voz. Esto es lo que la muerte hace con las almas de los héroes: llorar y lamentarse es cosa de mujeres, quejarse y gritar es propio de niños. Para el dolor de los hombres de armas lo único digno es el silencio, que atenaza el corazón con tanta fuerza como las garras del águila la garganta de su presa. Es ese silencio que se eleva por encima de las lágrimas y gemidos el que, en su majestad, agrega pavor y angustia a la desgracia, ese silencio que hace que el alma descienda de la cima de la montaña al abismo. Ese silencio que anuncia la llegada de la tempestad. Y cuando la tempestad no se hace presente es porque el silencio resulta más fuerte que ella.
Quitaron entonces la ropa al joven héroe para ver dónde había clavado la muerte sus aceradas garras y en, su pecho aparecieron las heridas, como labios que hablaban en la serenidad de la noche proclamando la valentía de los hombres.
El jefe se acercó al cuerpo y cayó de rodillas. Mirando mejor al guerrero muerto encontró un pañuelo bordado cofa hilos de oro atado en torno a su brazo y reconoció la mano que había hilado la seda, y los dedos que habían tejido su hebra. Lo guardó debajo de sus ropas y se apartó lentamente, ocultando con mano temblorosa su rostro agobiado. Hasta entonces esa mano había arrancado, con su fuerza, las cabe­zas del enemigo. Pero en ese momento temblaba porque había tocado el borde de un pañuelo atado por dedos aman­tes en torno del brazo de un héroe ya muerto, un héroe que volvería a ella sin vida, sobre las espaldas de sus camaradas.
Mientras el espíritu del jefe fluctuaba analizando tanto la tiranía de la muerte cuanto los secretos del amor, uno de­los hombres propuso:
-Cavemos una tumba debajo de aquel roble, para que las raíces puedan beber su sangre y las ramas reciban alimento de- sus despojos. Ganará en fuerza y se volverá inmortal; que­dará como símbolo que proclame a montes y valles su valen­tía y su fuerza.
-Llevémoslo al bosque de cedros y sepultémoslo al lado de la iglesia -agregó otro-: allí sus huesos estarán eterna­mente custodiados por la sombra de la cruz.
-Enterrémoslo aquí -dijo otro-, donde su sangre ya se ha mezclado con la tierra. Y dejemos que la espada perma­nezca en su diestra. Coloquemos su lanza a su lado y sacrifi­quemos su caballo sobre la tumba. Y que sus armas sean su alegría en la soledad.
Pero uno objetó:
-No enterremos una espada manchada con la sangre del enemigo ni sacrifiquemos un corcel que resistió a la muerte en el campo de batalla. No abandonemos en la soledad armas habituadas a la acción y a la fuerza: llevémosles a sus parien­tes como buena y grande herencia.
-Arrodillémonos a su lado y recemos las plegarias del Nazareno para que Dios quiera perdonarlo y bendecir nuestra victoria -dijo otro.
-Levantémoslo sobre nuestras espaldas en un féretro Formado por nuestros escudos y lanzas y recorramos otra vez este valle de nuestra victoria con él en andas para que los labios de sus heridas sonrían antes de verse envueltos por la tierra de la tumba -propuso un camarada.
Y otro:
-Montéenoslo en su corcel y, sosteniéndolo con las cala­veras de los enemigos muertos y ciñéndoles su lanza, conduz­cámoslo a la aldea como vencedor. No cedió a la muerte hasta después de cargarla con el peso de las almas de los enemigos.
-Vamos -dijo uno-, enterrémoslo al pie de esta monta­ña. El eco de las grutas será su acompañante y el murmullo del arroyo su trovador. Sus huesos deben reposar en el desier­to, donde los pasos de la noche silenciosa son leves y suaves.
Otro objetó:
-No. No lo dejemos aquí, porque aquí habitan el tedio y la soledad. Llevémoslo al camposanto de la aldea. Los espíri­tus de nuestros antepasados lo acompañarán y hablarán con él en el silencio de la noche, y le narrarán las historias de sus guerras y las sagas de sus glorias.
El jefe caminó entonces hacia el centro y pidió silencio. Suspiró y dijo:
-No lo fastidiemos con historias de guerra ni repitamos a los oídos de su alma, que ronda por encima de nosotros, las narraciones de espadas y lanzas. Mejor llevémoslo tranquila y silenciosamente a su lugar de nacimiento, donde un alma amorosa espera su regreso al hogar... el alma de una doncella que espera su retorno del campo de batalla. Devolvámoslo para que no pierda la última mirada a su rostro y el último beso a su frente.
Así, lo cargaron sobre sus espaldas y marcharon en silen­cio, gachas las cabezas y caídos los ojos. Su caballo, apenado, se afanaba detrás de ellos arrastrando las riendas por el suelo y profiriendo, de tanto en tanto, un relincho desolado que retumbaba en las cavernas como si ellas tuviesen corazón y compartieran su tristeza.
El cortejo triunfal marchó tras la cabalgata de la muerte por el espinoso sendero del valle, iluminado por la luna, y el espíritu del Amor señaló el camino arrastrando sus alas rotas.

Libro de Henoc


Libro de Henoc

El libro del Juicio

Capítulo 1
1 Palabras de bendición con las que bendijo Henoc a los elegidos, justos que vivirán en el día de la tribulación, cuando serán rechazados todos los malvados e impíos, mientras los justos serán salvados.
(Dt 33:1; Sb 3:9; Ap 17:14)
2 Henoc, hombre justo a quien le fue revelada una visión del Santo y del cielo pronunció su oráculo y dijo: la visión del Santo de los cielos me fue revelada y oí todas las palabras de los Vigilantes y de los Santos y porque las escuché he aprendido todo de ellos y he comprendido que no hablaré para esta generación sino para una lejana que está por venir.
3 Es acerca de los elegidos que hablo y a causa de ellos que pronuncio mi oráculo: el Único Gran Santo vendrá desde su morada
4 El Dios eterno andará sobre la tierra, sobre el monte Sinaí aparecerá con su gran ejército y surgirá en la fuerza de su poder desde los alto de los cielos.
(Ap 19: 11-16)
5 Y todos los Vigilantes temblarán y serán castigados en lugares secretos y todas las extremidades de la tierra se resquebrajarán y el temor y un gran temblor se apoderarán de ellos hasta los confines de la tierra.
(St 2:19)
6 La altas montañas se resquebrajarán y derrumbarán y las colinas se rebajarán y fundirán, como la cera ante la llama.
7 Y la tierra se dividirá y todo lo que está sobre la tierra perecerá y habrá un juicio sobre todos.
8 Pero con los justos Él hará la paz y protegerá a los elegidos y sobre ellos recaerá la clemencia y todos ellos pertenecerán a Dios, serán dichosos y benditos, los ayudará a todos y para ellos brillará la luz de Dios.
(Is 9:1,58:10; 4Es 2:35; Mt 4:16)
9 Mirad que Él viene con una multitud de sus santos, para ejecutar el juicio sobre todos y aniquilará a los impíos y castigará a toda carne por todas sus obras impías, las cuales ellos han perversamente cometido y de todas las palabras altaneras y duras que los malvados pecadores han hablado contra Él.
(Dt 33:2; 4Es 2:39; Judas 14-15)

Capítulo 2
1 Observad todas las cosas que ocurren en el cielo, cómo las luminarias del cielo no cambian su ruta en las posiciones de sus luces y cómo todas nacen y se ponen , ordenadas cada una según su estación y no desobedecen su orden.
(Si 43:9-10; Ba 3:34-35; SalSlm 18:10-12; Ac 17:26-27)
2 Mirad la tierra y presta atención a sus obras, desde el principio hasta el fin, cómo ninguna obra de Dios sobre la tierra cambia, y todas son visibles para vosotros.
3 Ved las señales del verano y las señales del invierno, cómo la tierra entera se llena de agua y las nubes rocían la lluvia sobre ella.
(Mt 16:3; Lc 12:54-57)

Capítulo 3
1 Observad y ved cómo todos los árboles se secan y cae todo su follaje; excepto catorce árboles cuyo follaje permanece y esperan con todas sus hojas viejas hasta que vengan nuevas tras dos o tres años.

Capítulo 4
1 Y otra vez observad las señales del verano, cómo en Él, el sol quema y rescalda y entonces sobre la superficie ardiente de la tierra buscáis sombra y refugio del ardor del sol, sin encontrar forma de marchar ni por el suelo y ni por las rocas, a causa del calor.

Capítulo 5
1 Observad y ved todos los árboles, cómo en todos ellos despuntan las hojas verdes y los cubren y todos sus frutos son para adorno y gloria, Ensalzad y considerad todo estas obras y sabed cómo el Dios vivo, el que vive eternamente, Él ha hecho todas esas cosas.
2 Cómo todas sus obras prosiguen de año en año hasta siempre y todas le obedecen sin alteraciones y todo pasa como Dios lo ha estatuido.
3 [Y ved como los mares y los ríos de igual forma cumplen y no cambian sus tareas, según los mandamientos de Él.]
4 Pero, vosotros cambiáis sus tareas y no cumplís su palabra y en cambio la habéis transgredido y habéis ultrajado su grandeza con palabras altaneras e hirientes de vuestra boca impura. Duros de corazón, ¡no habrá paz para vosotros!
5 Por ello maldeciréis vuestros días y los años de vuestra vida se perderán; pero los años de vuestra destrucción se multiplicarán como una maldición eterna, y no habrá misericordia ni paz para vosotros.
6 En esos días vuestros nombres significarán maldición eterna para todos los justos y en vosotros serán malditos todos los malditos y por vosotros jurarán todos los pecadores y malvados.
7 Para los elegidos habrá luz, alegría y paz y heredarán la tierra, pero para vosotros impíos habrá maldición.
(Sal 37:11; Mt 5:4)
8 Y entonces la sabiduría se dará a los elegidos y vivirán todos, y no pecarán más ni por olvido ni por orgullo, sino que en cambio los que sean sabios serán humildes
9 No transgredirán más ni pecarán el resto de su vida, ni morirán por el castigo o por la ira divina, sino que completarán el número de los días de su vida. Su vida será aumentada en paz y sus años de regocijo serán multiplicados en eterna alegría y paz por todos los días de su vida.

Libro de los Sueños





Libro de los Sueños

Capítulo 83
1 Ahora, Matusalén, hijo mío, te manifestaré todas las visiones que he tenido y las recapitularé ante ti.
2 Tuve dos visiones antes de casarme, la una bastante diferente de la otra: la primera cuando aprendía a escribir y la segunda antes de tomar a tu madre. Tuve una visión terrible y al observarla oré al Señor.
3 Yo estaba acostado en la casa de mi abuelo Mahalalel y vi en una visión cómo el cielo colapsaba, se soltaba y caía sobre la tierra.
4 Cuando cayó sobre la tierra, vi la tierra devorada por un gran abismo, montañas suspendidas sobre montañas, colinas abatidas sobre colinas y los grandes árboles separados de sus troncos, arrojados y hundidos en el abismo.
5 Por eso una cayó dentro de mi boca y alcé mi voz para gritar y dije: "¡La tierra está destruida"!.
6 Entonces mi abuelo Mahalalel me despertó, pues yo estaba acostado cerca de él; me dijo: "¿Por qué gritas así hijo mío, por qué profieres semejante lamento?".
7 Le conté toda la visión que había tenido y me dijo: "Así como tú has visto una cosa terrible, hijo mío, ya que es terrible la visión de tu sueño sobre los misterios de todos los pecados de la tierra, así la tierra está a punto de ser devorada por el abismo y aniquilada por una gran destrucción.
8 "Ahora, hijo mío, levántate y ruega al Señor de gloria, ya que tú eres fiel, para que para que permanezca un resto sobre la tierra y que Él no aniquile completamente la tierra.
9 "Hijo mío, desde el cielo vendrá todo eso sobre la tierra y sobre la tierra habrá una gran ruina".
10 Después de que me levanté, oré, imploré y supliqué, y escribí mi oración para las generaciones del mundo; y te mostraré todas estas cosas a ti Matusalén, hijo mío.
11 Cuando bajé, miré al cielo y vi al sol salir por el oriente  y a la luna ocultarse por el occidente y a algunas estrellas y a la totalidad de la tierra y todas las cosas que Él ha creado desde el principio; entonces bendije al Señor del juicio y lo ensalcé porque Él hace salir el sol por las ventanas del oriente, de manera que ascienda y brille en la faz del cielo y vaya y se mantenga por el camino que Él le ha señalado.

Capítulo 84
1 Levanté mis manos en justicia y bendije al Santo y al grande y hablé con el aliento de mi boca y con la lengua de carne que Dios ha hecho para los hijos de carne del hombre, para que la utilicen al hablar, y les ha dado un aliento, una lengua y una boca para que hablen con ellas.
2 "Bendito seas, oh Señor, Rey grande y poderoso en tu grandeza, Rey de reyes, Señor de todo el universo. Tu poder, reinado y grandeza permanecen para siempre; tu dominio por todas las generaciones; los cielos son tu trono eterno y la tierra el escabel de tus pies por los siglos de los siglos. 
3 "Porque eres tú quien ha creado y quien gobierna todas las cosas, no hay obra que sea difícil para ti; la sabiduría no se aleja de tu trono ni se va de tu presencia; Tú sabes, ves y oyes todas las cosas, nada está oculto para ti, porque todo lo ves.
4 "Ahora los ángeles del cielo son reos de pecado y sobre la carne del hombre recae tu cólera hasta el gran día del juicio.
5 "Ahora oh Dios, Señor y gran Rey, imploro y suplico que aceptes mi oración, que me dejes una descendencia sobre la tierra, que no aniquiles toda carne humana, que no vacíes la tierra y que la destrucción no sea eterna.
6 "Ahora pues, oh Señor, extermina de la tierra la carne que ha despertado tu cólera, pero la carne de justicia y rectitud, establécela como una planta de semilla eterna y no ocultes tu rostro de la oración de tu siervo, ¡Oh Señor!.

Capítulo 85
1 Después de eso vi otro sueño y todo ese sueño te lo voy a mostrar, hijo mío.
2 Henoc levantó la voz y habló a su hijo Matusalén: "A ti quiero hablarte, hijo mío, escucha mis palabras y pon atención a la visión del sueño de tu padre.  
3 Antes de tomar a tu madre Edna, vi una visión sobre mi cama y he ahí que un toro salía de la tierra y ese toro era blanco. Tras el toro salió una novilla y con ella dos terneros, uno de los cuales era negro y el otro rojo.
4 Entonces el ternero negro golpeó al rojo y le persiguió sobre la tierra y a partir de allí no pude ver ese ternero rojo.
5 Luego el ternero negro creció y esa novilla se fue con él y vi salir de él numerosos bueyes que se le semejaban y le seguían.
6 Y esa primera novilla se alejó del primer toro para buscar al ternero rojo, pero no lo encontró y profirió por él un gran lamento y lo buscó. 
7 Vi que vino el primer toro y la hizo callar y no volvió a gritar.
8 Ella parió en seguida otro toro blanco y después de éste, parió numerosos toros y vacas negros.
9 Vi en mi sueño crecer a este toro blanco hasta llegar a ser un gran toro blanco, del cual salieron numerosos toros blancos semejantes a él.
10 Y ellos comenzaron a engendrar numerosos toros blancos que se les parecían y se seguían el uno al otro.

Capítulo 86
1 De nuevo estuve fijando mis ojos en el sueño y vi el cielo por encima y he aquí que una estrella cayó del cielo en medio de los toros grandes y comió y pastoreó en medio de ellos.
2 Entonces vi estos toros grandes y negros, todos ellos intercambiaban sus pastos, establos y becerros y comenzaron a vivir unos con otros. 
3 Observé de nuevo en mi sueño y miré hacia el cielo y he aquí que muchas estrellas descendían y caían del cielo en medio de la primera estrella y eran transformadas en toros en medio de aquellos becerros y pastaban con ellos y entre ellos.
4 Los miré y vi como todos sacaron su miembro sexual como caballos y montaron las vacas de los toros y todas quedaron preñadas y parieron elefantes, camellos y asnos.
(Gn 6:1-4; Ez 23:20)
5 Todos los toros les tenían miedo, se aterrorizaron con ellos y comenzaron a morder con sus dientes a devorar ya cornear.
6 Y además comenzaron a devorar a esos toros y he aquí que todos los hijos de la tierra se empezaron a temblar y a espantarse ante ellos y a huir.

Capítulo 87
1 Nuevamente vi como comenzaban a golpearse el uno al otro y a devorarse el uno al otro y la tierra se puso a gritar.
2 Después elevé de nuevo mis ojos al cielo y tuve una visión; hela aquí: salieron del cielo seres parecidos a hombres blancos, salieron cuatro de ese lugar y tres con ellos. 
3 Así, esos tres que salieron de últimos me tomaron de la mano y me llevaron por sobre la generación terrestre hasta un lugar elevado y me mostraron una torre alta construida sobre la tierra y todas las colinas eran más bajas.
4 Me dijeron: "Permanece aquí hasta que hayas visto todo lo que le sucederá a estos elefantes, camellos y asnos y a las estrellas, las vacas y a todos ellos".

Capítulo 88
1 Vi a uno de los cuatro que había salido primero, agarrar a la primera estrella que había caído del cielo, atarla de pies y manos y arrojarla en el abismo profundo, angosto, escarpado y oscuro.
2 Después uno de ellos sacó la espada y se la dio a los elefantes, camellos y asnos y ellos comenzaron a herirse el uno al otro y toda la tierra tembló a causa de esto.
3 Seguía observando mi sueño, cuando he aquí que a uno de los cuatro que habían salido, le llegó una orden del cielo y él tomó a todas las numerosas estrellas cuyos miembros sexuales eran como los de los caballos y él las ató a todas de pies y manos y las arrojó en un abismo de la tierra.

Capítulo 89
1 Uno de los cuatro fue hasta donde uno de los toros blancos y le enseñó y él construyó para sí un barco y habitó en su interior. Los tres toros entraron con él en el barco que fue cubierto y techado por encima de ellos.
2 Yo estaba mirando y vi siete chorros echando mucha agua sobre la tierra. 
3 He aquí que se abrieron los depósitos de agua del interior de la tierra y comenzaron a brotar y a subir las aguas sobre ella. Seguí mirando hasta que la tierra fue cubierta por las aguas,
(Gn 7:11)
4 por la oscuridad y por la niebla que se cernía sobre ella.
5 Los toros fueron sumergidos, alejados y aniquilados en aquellas aguas.
6 El barco flotó sobre las aguas, pero todos los toros, asnos salvajes, camellos y elefantes se hundieron en las aguas.
7 De nuevo vi en mi sueño como los chorros de agua desaparecieron del alto techo, las grieta de la tierra fueron niveladas pero otros abismos se abrieron;
8 y el agua empezó a descender por ellos, hasta que la tierra quedó al descubierto, la barca reposó sobre la tierra, la oscuridad se retiró y apareció la luz.
(Gn 8:13)
9 Entonces el toro blanco que se había convertido en hombre salió de esta barca y con él los tres toros, uno de los cuales era blanco y se parecía a ese toro, otro era rojo como sangre y el otro negro.
10 Empezaron a engendrar bestias salvajes y aves. Hubo una multitud de toda especie: leones, leopardos, perros, lobos, hienas, cerdos salvajes, zorros, ardillas, jabalís, halcones, buitres, gavilanes, águilas y cuervos. En medio de ellos nació otro toro blanco. 
(Gn 10-11)
11 Comenzaron a morderse unos a otros. El toro blanco que había nacido en medio de ellos, engendró un asno salvaje y también un becerro blanco. El asno salvaje se multiplicó.
(Gn 11:1-9, 16:12, 21:12-13)
12 El becerro blanco, que había sido engendrado por el toro blanco, engendró un jabalí negro y un carnero blanco. El jabalí engendró muchos jabalís y el carnero engendró doce ovejas.
(Gn 25:25-26, 35:22-26; Sal 74:1, 79:13, 100:3, Jr 23:1)
13 Cuando estas doce oveja hubieron crecido le dieron una oveja de entre ellas a los asnos salvajes, pero esos asnos a su vez entregaron esa oveja a lobos y la oveja creció entre los lobos.
(Gn 27:12-36)
14 El carnero guió a todas las once ovejas a habitar y pacer con él entre los lobos y ellas se multiplicaron y se transformaron en un rebaños de numerosas ovejas.
(Gn 46:1-7)
15 Los lobos empezaron a oprimir al rebaño hasta hacer perecer a sus pequeños y a arrojar a sus pequeños en una corriente de agua. Entonces las ovejas comenzaron a gritar por sus pequeños y a lamentarse ante su Señor.
(Gn 47:27; Ex:1:7-22)
16 Una oveja que había escapado de los lobos huyó y fue hasta donde los asnos salvajes. Yo miré mientras el rebaño se quejaba y gritaba terriblemente hasta que descendió el Señor del rebaño a la voz de las ovejas, desde su alto santuario vino a su lado y las hizo pacer.
(Ex 2:15,22,23)
17 Llamó a la oveja que había escapado de los lobos y le hablo sobre los lobos, para que los intimara a no tocar más a las ovejas.
(Ex 3)
18 Y esta oveja fue a donde los lobos por orden del Señor y otra oveja fue a encontrarla y se fue con ella. Fueron y las dos entraron juntas en la asamblea de los lobos, por orden del Señor, les hablaron y les intimaron para que no tocaran más a las ovejas.
(Ex 5:1-5)
19 Desde entonces observé que los lobos oprimieron con más dureza y con todas sus fuerzas a las ovejas y las ovejas gritaron fuerte.
(Ex 5.6-9)
20 Y su Señor fue al lado de las ovejas y se puso a golpear a esos lobos y los lobos comenzaron a lamentarse, en cambio las ovejas llegaron a tranquilizase y desde ahí cesaron de gritar.
(Ex 7-11, 12:29-31)
21 Vi las ovejas cuando partían de entre los lobos y los ojos de los lobos fueron oscurecidos y esos lobos salieron persiguiendo a las ovejas con todas sus fuerzas.
(Ex 12:37, 14:5-7)
22 Pero el Señor de las ovejas fue con ellas conduciéndolas, todas sus ovejas le seguían y su rostro era resplandeciente, glorioso y terrible a la vista.
(Ex 13:21,22, 14:8)
23 Los lobos comenzaron a perseguir a esas ovejas, hasta que se las alcanzaron cerca de un estanque de agua.
(Ex 14:9)
24 Pero este estanque de agua se dividió y el agua se levantó de un lado y del otro ante su cara y el Señor los condujo y se colocó Él mismo entre ellos y los lobos.
(Ex 14:21,22)
25 Como esos lobos no veían más a las ovejas, ellas anduvieron en medio de este estanque y los lobos persiguieron a las ovejas y corrieron tras ellas, esos lobos en este estanque de agua.
(Ex 14:23)
26 Y cuando ellos vieron al Señor de las ovejas se regresaron para huir de su presencia, pero este estanque de agua se cerró y volvió repentinamente a su posición natural y se llenó de agua.
(Ex 14:24-27)
27 Continué mirando hasta que todos los lobos que iban persiguiendo a este rebaño, perecieron sumergidos y ahogados y las aguas los cubrieron.
(Ex 14:28)
28 El rebaño se apartó de estas aguas y fueron a un lugar desolado en el que no hay agua ni hierba y sus ojos se abrieron y vieron. Miré hasta que el Señor del rebaño los apacentó , les dio agua y hierba y la oveja fue y los guió.
(Ex 14:31, 15:22-27, 17:6)
29 La oveja subió a la cima de una roca elevada y el Señor del rebaño la envió en medio del rebaño y todos ellas se mantenían a distancia.
(Ex 19:3)
30 Entonces miré y he aquí que el Señor del rebaño se alzó frente al rebaño y su apariencia era potente, grandiosa y terrible y todo el rebaño lo vio y tuvo miedo de Él.
(Ex 19:16)
31 Todas estaban asustadas y temblando ante Él y le gritaron al cordero que era su segundo y que estaba en medio de ellas: "Nosotras no podemos estar delante del Señor".
32 Entonces se volvió el cordero que las guiaba y subió por segunda vez a la cima de aquella roca. Pero el rebaño comenzó a cegarse y a apartarse del camino que les había señalado, sin que el cordero supiera tales cosas. 
(Ex 32:1-6)
33 El Señor del rebaño se enfureció mucho contra el rebaño, el cordero lo supo y descendió de la cima de aquella roca y vino al rebaño y encontró a la mayoría cegadas y extraviadas.
(Ex 32:7-10,19)
34 Cuando lo vieron comenzaron a atemorizarse delante de Él, queriendo volver a sus rediles.
35 El cordero tomó con él a otras ovejas y vino al rebaño, degollaron a todas las extraviadas y comenzaron a temblar ante Él. Entonces ese cordero hizo regresar a sus rediles a todo el rebaño extraviado.
(Ex 32:27-28)
36 Continué viendo este sueño hasta que este cordero se transformó en hombre, construyó un campamento para el Señor  del rebaño y llevó a todo el rebaño a este campamento.
(Ex 33:7-11, 40)
37 Seguí mirando hasta que se durmió esa oveja que se había unido al cordero que dirigía a las ovejas. Observé hasta que todas las ovejas mayores hubieron perecido y se levantaron en su lugar unas menores y ellas entraron en un pastizal y se acercaron a un río.
38 Después la oveja que los guiaba y que se había convertido en hombre, fue separada de ellas, se durmió y todas las ovejas la buscaron y lloraron por ella con grandes lamentos.
(34:5,7)
39 Vi hasta que terminaron de llorar por esta oveja. después atravesaron este río y vinieron otras ovejas que las guiaron en lugar de las que se durmieron después de haberlas guiado.
(Dt 34:8; Jos:17)
40 Vi las ovejas hasta que entraron en una región hermosa, en una tierra agradable y espléndida. Vi esas ovejas hasta que fueron saciadas y ese campamento estaba entre ellas en esa tierra agradable.
(Dn 11:16,41)
41 Tan pronto como abrían los ojos se cegaban, hasta que se levantó otra oveja y las guió y las condujo a todas y se abrieron sus ojos.
(1S 3:1-14)
42 Los perros, los zorros y los jabalís salvajes se pusieron a devorar estas ovejas hasta que el Señor de las ovejas levantó un carnero de en medio de ellas para guiarlas.
(1S 4:1-11, 10:17-25)
43 Ese carnero comenzó a embestir de un lado y de otro a esos perros, zorros y jabalís, hasta que hizo perecer a todos ellos.
(1S 11:1-11)
44 Esa oveja cuyos ojos fueron abiertos, vio que al carnero que estaba entre las ovejas lo abandonaba su gloria y comenzaba a embestir a las ovejas, a pisotearlas y a comportarse en forma indebida.
(1S 13:13-14)
45 Entonces el Señor de las ovejas envió al cordero a otro cordero y lo ascendió para que fuera un carnero y dirigiera a las ovejas en vez del carnero al que había abandonado su gloria.
(1S 16)
46 Fue a su lado y le habló en secreto y lo ascendió a carnero, lo hizo juez y pastor de las ovejas, pero durante todos estos acontecimientos, los perros oprimían a las ovejas.
47 El primer carnero persiguió al segundo y este segundo salió y huyó de su presencia, pero vi hasta que los perros abatieron a aquel primer carnero.(1S 19:9-12; 22-24)
48 Después ese segundo carnero se levantó y condujo a las ovejas y engendró numerosas ovejas y luego se durmió. Una pequeña oveja se convirtió en carnero y fue el juez y el líder en su lugar.
(2S 2:4; 1R 1:38-39)
49 Esas ovejas crecieron y se multiplicaron y todos esos perros, zorros y jabalís tuvieron miedo y huyeron lejos. Este carnero embistió y mató a todas las bestias salvajes y esas bestias no tuvieron más poder entre las ovejas ni les guiaron más.
50 Esa casa llegó a ser grande y amplia y fue edificada por esas ovejas. Una torre elevada y grande fue construida sobre la casa, para el Señor de las ovejas. El campamento era bajo, pero la torre muy alta y el Señor de las ovejas se mantenía sobre ella y ofrecieron ante Él una mesa llena.
(1R 6-8)
51 Después vi a esas ovejas errar de nuevo e ir por una multitud de caminos y abandonar su casa. El Señor de las ovejas llamó de entre ellas a algunas ovejas y las envió al lado de las ovejas, pero las ovejas comenzaron a asesinarlas.
(1R 18:4; Mt 23:25; Lc 11:4)
52 Pero, una de ellas fue salvada y no fue muerta, salió y gritó a causa de las ovejas y ellas quisieron matarla, pero el Señor de las ovejas la salvó de entre las manos de las ovejas, la hizo subir y habitar cerca de mí.
(2R 2:5)
53 Él envió sin embargo muchas otras ovejas a esas ovejas para testificarles y para lamentarse sobre ellas.
54 Después las vi abandonar la casa del Señor y su torre; erraban en todo y sus ojos estaban cerrado. Vi al Señor de las ovejas hacer una gran carnicería con ellas, hasta que esas ovejas provocaron la carnicería y traicionaron su puesto.
55 Él las abandonó en las manos de los leones y los tigres, de los lobos y las hienas, de los zorros y de todas las bestias salvajes, que comenzaron a despedazar a esta ovejas.
56 las vi abandonar su casa y su torre y entregarlas a los leones para que las destrozaran y devoraran.
(Jr 39:8; 2R 25:8-12; 2Cr 36:17-20; Mt 24:1-2)
57 Me puse a gritar con todas mis fuerzas y a llamar al señor de las ovejas y le hice ver que las ovejas eran devoradas por todas las bestias salvajes.
58 Pero Él permaneció inmutable y cuando las vio se alegró al ver que era devoradas, tragadas y robadas y las abandono para que fueran pasto de las bestias.
(Jr 12:9; Ez 34:5)
59 Él llamó a setenta pastores y les entregó a esas ovejas para que las llevaran a pastar y le dijo a los pastores y a sus acompañantes: "Que cada uno de vosotros lleve de ahora en adelante a las ovejas a pacer y todo lo que os ordene, hacedlo.
60 "Os las entregaré debidamente contadas y os diré cuáles deben ser destruidas  y esas, hacedlas perecer". Y lees entregó aquellas ovejas.
61 Después el llamó a Otro y le dijo: "Observa y registra todo lo que los pastores hacen a estas ovejas, ya que ellos destruyen más delas que yo les he mandado;
62 todo exceso y destrucción que sea ejecutado por los pastores regístralo: cuántos destruyen de acuerdo con mi orden y cuántos de acuerdo con su propio capricho. Pon en la cuenta de cada pastor la destrucción que efectúe.   
63 "Lee luego el resultado ante mí: cuántas destruyeron y cuántas les entregué para su destrucción. Que esto pueda ser un testimonio contra ellos para saber toda acción de los pastores, que yo los evalúe y vean lo que hacen y si se atienen o no a lo que les he ordenado.
64 "Pero, ellos no deben enterarse, no debes contarlo a ellos ni debes advertirles,  sino solamente anotar cada destrucción que los pastores ejecuten, una por una y al momento, y exponer todo eso ante mí.
65 Vi cuando esos pastores pastorearon en su tiempo y comenzaron a matar y destruir a más ovejas de las que fueron ofrecidas y ellos entregaron a esas ovejas en manos de los leones.
66 los leones y los tigres devoraron a gran parte de esas ovejas y los jabalís comieron junto con ellos. Ellos quemaron esa torre y demolieron esa casa.
67 Me entristecí muchísimo por esa torre porque la casa de las ovejas fue demolida y ya no pude ver si esas ovejas entraban en esa casa.
68 Los pastores y sus cómplices entregaron a esas ovejas a todas las bestias salvajes, para que las devoraran pero cada uno de ellos había recibido un número determinado y fue anotado para cada uno de ellos, por el Otro, en un libro, cuántas de ellas habían destruido.
69 Cada uno mataba y destruía más de las que fueron prescritas y yo comencé a llorar y a lamentarme por causa de esas ovejas.
70 Entonces en la visión observé al que escribía como anotaba cada una que era destruida por esos pastores día por día y él llevó y expuso todo su libro y mostró al señor de las ovejas todo lo que realmente habían hecho ellos y todo lo que cada uno había hecho y todas las que ellos habían entregado a la destrucción.
71 Y el libro fu leído ante el Señor de las ovejas y Él tomó el libro en su mano, lo leyó, lo selló y lo archivó 
72 Tras eso, vi que los pastores las llevaban a pastar durante doce horas y he aquí que tres de esas ovejas regresaron; arribaron, entraron y empezaron edificar todo lo que se había derrumbado de esa casa, pero los jabalís se lo impidieron y ellas no fueron capaces.
(Ne 3:33)
73 Después, ellas comenzaron de nuevo a construir, como antes elevaron la torre, que fue llamada torre alta, y comenzaron de nuevo a colocar una mesa ante la torre, pero todo el pan que había estaba contaminado e impuro.
74 Acerca de todo esto los ojos de esas ovejas estaban cegados y no veían y sus pastores tampoco y él las entregó para una mayor destrucción a sus pastores que pisotearon las oveja con sus pies y las devoraron.
75 El Señor de las ovejas se mantuvo indiferente hasta que todas las ovejas fueron dispersadas por el campo y se mezclaron con ellas, y ellos no las salvaron de las manos de las bestias.
76 El que había escrito el libro lo trajo, lo mostró y lo leyó ante el Señor de las ovejas; le imploró y suplicó por cuenta de ellas y le mostró todos los actos de los pastores y dio testimonio ante Él contra los pastores.
(Ez 34:4; Za 11:4)
77 Tomó el libro vigente, lo depositó al lado de Él y se fue.

Capítulo 90
1 Observé en esta forma hasta que treinta y cinco pastores emprendieron el pastoreo y ellos cumplieron estrictamente sus turnos: desde el primero, cada uno las fue recibiendo en sus manos, a fin de apacentarlas cada pastor en su turno respectivo.
2 Después de esto, en una visión vi venir a todas las aves rapaces del cielo: águilas, buitres, gavilanes y cuervos; las águilas guiaban a todas esas aves y se pusieron a devorar a estas ovejas, a picarles los ojos y a devorar sus carnes.
(Ez 17:3-10; 4Es 13, 14, 16)
3 Las ovejas gritaron porque su carne estaba siendo devorada por las aves. Yo miraba y me lamentaba en mi sueño por el pastor que apacentaba las ovejas.
4 Observé hasta que esas ovejas fueron devoradas por las águilas, los gavilanes y los buitres, que no les dejaron ninguna carne ni piel ni tendones sobre ellas y no les quedaron más que sus huesos hasta que los huesos también cayeron al suelo y las ovejas llegaron a ser muy pocas.
5 Vi cuando veintitrés pastores habían apacentado y habían cumplido sus turnos estrictamente cincuenta y ocho veces.
6 He aquí que unos corderos nacieron de esas ovejas blancas y llegaron a abrir sus ojos y ver y le balaron a las ovejas
7 y les gritaron, pero no les escucharon lo que decían porque estaban extremadamente sordas y demasiado ciegas y cada vez peor.
8 Vi en la visión como los cuervos volaban sobre estos coderos y agarraban a uno de ellos y despresaban a las ovejas y las devoraban.
9 Observé hasta que retoñaron los cuernos de estos corderos y los cuervos se los hacían caer y vi hasta que allí un gran cuerno retoño en una de estas ovejas y sus ojos se abrieron.
10 Ella los miró y le gritó a las ovejas y los carneros la vieron y acudieron todos a su lado.
11 A pesar de esto, todas las águilas, buitres, cuervos y gavilanes seguían arrebatando a las ovejas, se echaban sobre ellas y las devoraban. Aun las ovejas permanecían en silencio pero los carneros gritaban y se lamentaban. 
12 Luego estos cuervos lucharon y batallaron con ella y quisieron tumbar su cuerno, pero no pudieron hacerlo.
13 Vi hasta que los pastores, las águilas, los buitres y los gavilanes vinieron y le gritaron a los cuervos que rompieran el cuerno de esa ese carnero y lucharon y batallaron contra él y el combatió contra ellos y gritó para que acudieran en su ayuda.
16 Todas las águilas, buitres, cuervos y gavilanes se congregaron y llevaron con ellos a todas las ovejas del campo, se unieron y se conjuraron para hacer pedazos este cuerno del carnero.
17 Vi al hombre que había escrito el libro por orden del Señor, abrir el libro acerca de la destrucción que habían ejecutado los doce últimos pastores, revelar ante el Señor que ellos habían destruido mucho más que sus predecesores.
14 Vi a ese hombre que había anotado los nombres de los pastores y lo había llevado y presentado ante el Señor de las ovejas que llegó en ayuda de aquel carnero, lo socorrió, lo rescató y le mostró todo.
15 Y vi venir a su lado al Señor de las ovejas, enfurecido; todos los que lo vieron huyeron y ensombrecieron ante su presencia.
19 Observé el momento en que una gran espada fue entregada a las ovejas y ellas procedieron contra todas las fieras del campo para matarlas y todas las bestias y las aves huyeron de su presencia.
18 Y vi cuando el Señor de las ovejas fue junto a ellas, tomó en sus manos la vara de su cólera, golpeó la tierra y la tierra se resquebrajó y todas las bestias y las aves del cielo cayeron lejos de estas ovejas y fueron engullidas por la tierra que se cerró sobre ellas. 
20 Vi cuando un trono fue erigido sobre la tierra agradable, el Señor de las ovejas se sentó sobre él y el Otro tomó los libros sellados y los abrió ante el Señor de las ovejas.
21 El Señor llamó a esos hombres blancos, los siete primeros y mandó que ellos llevaran ante Él y comenzando por la primera estrella que las guiaba, a todas las estrellas cuyo miembro sexual era como el de los caballos. Y ellos las llevaron a todas ante Él.
(Ez 23:20; Tb 12:16; Ap 1:4)
22 Luego, Él habló al hombre que escribía ante Él, uno de los siete hombres blancos, y le dijo: "Toma esos setenta pastores a quienes había encomendado las ovejas y que después de haberlas recibido degollaron a muchas más de las que se les había mandado".
23 He aquí que los vi a todos encadenados y todos se postraron ante Él.
24 El juicio recayó en primer lugar sobre las estrellas y ellas fueron juzgadas, encontradas culpables y enviadas al lugar de condenación, fueron arrojadas a un abismo llenos de fuego, llamas y columnas de fuego.
(Os 4:1-8)
25 Entonces los setenta pastores fueron juzgados, encontrados culpables y arrojados al abismo ardiente.
26 Vi en ese momento como un precipicio que se estaba abriendo en medio de la tierra. Llevaron a aquellas ovejas ciegas hasta allí y todas fueron juzgadas y encontradas culpables y arrojadas al abismo en semejante abismo de fuego y ellas ardieron en ese precipicio que estaba a la derecha de esa casa.
27 Vi arder a esas ovejas y sus huesos también ardían.
28 Me levanté para ver como Él desarmó esa vieja casa, se llevó todas sus columnas, vigas y adornos de la casa que fueron retirados al mismo tiempo, y se los llevaron y los pusieron en un lugar al sur de la tierra.
29 Vi cuando el Señor de las ovejas trajo una nueva casa, más grande y alta que la primera y Él la puso en el sitio de la primera que había sido desarmada. Y todas sus columnas eran nuevas y sus adornos eran nuevos y mayores que los de la primera, la casa vieja que se había llevado. Todas las ovejas estaban adentro.
(Es 6:14-15; Ez 40:2; Ap 21:10-11)
30 Vi a todas las ovejas que quedaban, a las bestias de la tierra y a las aves del cielo inclinarse para rendir homenaje a estas ovejas, suplicarles y obedecerles en todas las cosas.
(Is 14:2. 66:12; Ap 7:13-15, 22:3)
31 Luego esos tres que estaban vestidos de blanco, aquellos que me habían elevado antes, me tomaron de la mano y también el carnero me tomo la mano y me hicieron subir  y sentar en medio de estas ovejas, antes de que tuviera lugar el juicio.
32 Estas ovejas eran todas blancas y su lana abundante y pura.
(Ap 7:9)
33 Y todas las que habían sido destruidas o dispersadas por las bestias del campo y las aves del cielo, se congregaron en esta casa y el Señor de las ovejas se regocijó con gran alegría porque todas eran buenas y porque ellas habían regresado a su casa.
(Is 11:11, 26:19, 62:3-5, 6:19; Lc 15:32)
34 Vi cuando ellas depusieron esa espada que había sido dada a las ovejas: ellas la llevaron a la casa y la sellaron en presencia del Señor. Y todas las ovejas fueron invitadas a esta casa aunque no cabían. (Is 2:4, 49:19; Os 2:20; Jl 4:10; Mi 4:3; Za 9:10-11, 10:10)
35 Sus ojos fueron abiertos y ellas vieron bien y no hubo ninguna de ellas que no viera.
36 Vi que esta casa era grande, amplia y estaba completamente llena.
37 Vi que un toro blanco nació y sus cuernos eran grandes y todas las bestias del campo y todas las aves del cielo le temían y le suplicaban a toda hora.
38 Vi cuando fueron cambiadas todas sus especies y todos se convirtieron en toros blancos y el primero entre ellos se transformó en un cordero que llegó a ser un gran búfalo que tenía sobre su cabeza dos cuernos negros y el Señor de las ovejas se regocijó sobre él y sobre todos los toros.
(Ap 4-5)
39 Yo estaba dormido en medio de ellos y me desperté después de haberlo visto todo.
40 Tal es la visión que tuve cuando estaba durmiendo y cuando me desperté bendije al Señor de Justicia y lo glorifiqué.
41 Entonces lloré mucho y sin contener mis abundantes lágrimas hasta más no poder y cuando yo miraba se deslizaban sobre lo que veía porque todo ocurrirá y se cumplirá, porque uno tras otro me fueron revelados todos los actos de los hombres . 
42 Esa noche recordé mi primer sueño y lloré y me angustié porque había tenido esa visión.